Para hablar de esto, creo que primeramente conviene hacer una pequeña referencia a los viajes en el tiempo y la posibilidad de realizarlos. En cuanto a los viajes al futuro, no solo está demostrado que son posibles, sino que incluso se dan casos continuamente, como el de los electrones, que según tengo entendido, se desplazan tan rápidamente que se mueven hacia adelante en la cuarta dimensión. Esto se basa en la teoría de la relatividad de Einstein, y en realidad para que el ser humano pueda viajar hacia el futuro lo “único” que tendría que conseguir es ser capaz de alcanzar velocidades altísimas (superiores a la velocidad de la luz) y, por supuesto, sobrevivir. De hecho, cuando viajamos, por ejemplo, en coche, técnicamente, estamos avanzando en el tiempo más rápidamente que cuando estamos quietos, pero es tan ínfima la diferencia que es imperceptible.
El quid de la cuestión viene con los viajes al pasado. Personalmente, después de todo lo que me he informado y debatido al respecto, creo que probablemente se trata de algo imposible de lograr. Entre otras muchas cosas, salen a relucir puntos como el de qué pasaría si viajases al pasado y mataras a tu propio abuelo antes de que este conozca a tu abuela (es la conocida como paradoja del abuelo). Pero este no es más que una de las innumerables incógnitas que se generan suponiendo que se pudiese viajar al pasado, y nos acabaríamos metiendo en materias tales como la de los universos paralelos. Creo que en general es mejor dejar este asunto concreto para una futura entrada, pues aunque me resulta muy interesante igualmente, supondría desviarnos de lo que aquí estamos tratando.
En cualquier caso, ¿qué nos dice todo esto en cuanto a la existencia de ese destino del que hablábamos? El hecho de que los viajes hacia atrás en el tiempo no sean posibles, conlleva que no podemos cambiar absolutamente nada, y al viajar al futuro (y al no poder retroceder luego) tampoco estás introduciendo ninguna modificación. Si fueras hacia adelante en el tiempo, ni siquiera te encontrarías contigo mismo, puesto que si viajaste al futuro nunca podrías haber vuelto al pasado; solo se puede viajar en una dirección (temporalmente hablando) y solo existe un “yo” en cada momento del tiempo.
Dicho lo cual, la conclusión que saco es que, al no poder cambiar nada, todas nuestras acciones están predeterminadas; de algún modo, yo estaba “destinado” a escribir esta entrada, y tú, a leerla, en este preciso instante. En este sentido, y volviendo al ejemplo del principio, una persona puede estar destinada a estar con otra, pero no porque esas dos personas sean almas gemelas (o motivos similares), sino sencillamente porque estaba “escrito”, tanto como el hecho de que ahora mismo estés leyendo esto; vamos, que al final son todo casualidades, aunque casualidades, de alguna manera, preestablecidas. Así pues, se puede decir que, teóricamente, creo en el destino, aunque sin ese matiz “espiritual” que antes comentaba. Eso sí, no quiero dejar de recalcar que, ante todo, hablo de que creo en la existencia del destino en tanto en cuanto viajar hacia atrás en el tiempo no sea posible.
Relacionado con esto está también la cuestión de que, como el destino se entiende como algo que tiene que pasar sí o sí, ¿entonces está escrito en algún lado? En mi opinión, creo que aquí, al hablar de la palabra “escrito”, no hay que entenderla literalmente, sino de una manera algo más abstracta; no tiene por qué tener la necesidad de existir físicamente… ¿o sí? Sea como fuere, de igual forma es una idea interesante a debatir.
Para terminar, la mejor conclusión que saco de todo esto es la idea positivista de que, por mucho que todo esté destinado a suceder, seguimos siendo los dueños de nuestras decisiones; no es el destino (a pesar de su existencia) el que nos controla, aunque a priori pueda parecer lo contrario. Si me preguntan si creo o no en el destino, mi respuesta va a ser “sí, pero solo del tipo del que haces que ocurra”.