Rescato aquí una entrada que publiqué en otro blog sobre una de las mejores trilogías de la historia del cine.
Producida por Steven Spielberg y dirigida por Robert Zemeckis, Regreso al Futuro
no solo es una obra maestra del cine de adolescentes, sino que
probablemente incluso estemos hablando de la película predilecta de la
década de los ochenta. Este maravilloso largometraje, protagonizado por
el ya mítico Michael J. Fox, combina magistralmente la comedia con la
ciencia ficción y el cine de aventuras.
Marty McFly (Fox) es un adolescente normal con una vida normal, hasta
que su amigo, un científico llamado Doc (Christopher Lloyd), inventa
una máquina del tiempo. Sin pretenderlo, Mcfly acaba viajando a 1955,
donde se encontrará con sus padres cuando eran jóvenes, de quienes
impide su primer encuentro sin querer. Ahora, Marty tiene que conseguir
poner las cosas en su sitio y regresar a 1985, su época. Este es el
argumento, el cual, sin duda alguna (y más en el momento de su estreno),
resulta de lo más original.
Y así se plasma en el filme, con el que disfrutamos como niños con las aventuras de Doc y
Marty, viendo cómo solucionan embrollo tras embrollo a lo largo de las
tres películas. Y probablemente ese es su punto fuerte, lo
entretenidísima que resulta esta trilogía para toda la familia.
Aunque quizás la Disney no estaría de
acuerdo con que sea para todos los públicos, pues según tengo entendido,
en su momento rechazó producir la película cuando se enteraron de que
el protagonista enamoraba a su madre en el pasado… En fin, no deja de
ser una curiosidad.
En cuanto a los éxitos del film, obtuvo el Óscar a los mejores
efectos de sonido y cuatro nominaciones en total, recaudó más de 350
millones de dólares y recibió excelentes críticas, aparte de ser
considerada hoy día por muchos una película de culto. Por cierto,
mención aparte merece la banda sonora, que a más de uno nos sigue
poniendo la piel de gallina cuando la escuchamos.
“Necesito que me dejes tu… ¿aeropatín?”
Evidentemente, una de las cuestiones más divertidas es ver cómo
reacciona y se las arregla un chico de los ochenta en 1955 (al igual que
luego en el futuro y en el viejo oeste). Y, sobre todo, ver cómo
evoluciona Hill Valley en las diferentes épocas: cómo cambian la
gasolinera, el café, las casas o la ciudad en general según el año.
Pero no se pueden dejar de señalar los constantes “guiños” de las dos secuelas con respecto
a la original; y es que el protagonista, en cada período vive algunas
situaciones similares o incluso se tiene que salvar a sí mismo cuando
coincide con su otro “yo” en el tiempo. Un ejemplo de lo primero se da
con la escena del monopatín en la primera película, cuando Marty
“inventa” la tabla con ruedas al romper el carro de un chico, mientras
en la segunda parte, al tomar prestado otro carro de una niña y hacer lo
mismo, se encuentra con un monopatín que flota. De hecho, también está
muy bien ver eso: cómo cuando el joven está en 1955 es una especie de
visionario mientras que cuando viaja al futuro se ve completamente
atrasado.
Además, hay muchísimas curiosidades, tanto en la película en sí – por ejemplo, cuando Marty toca Johnny B. Goode
y el primo de Chuck Berry, que es el cantante de la banda en el baile,
se la revela al propio Chuck por teléfono – como en la producción de la
misma – por ejemplo, que la idea original era que la máquina del tiempo
fuese una nevera y no el DeLorean que todos conocemos – que sacan una
sonrisa a más de uno.
Aparte de muchos más ejemplos como estos, vivimos un sinfín más de
divertidísimos momentos, apoyados asimismo, por cierto, gracias a la
eternamente genial y graciosísima interpretación de Christopher Lloyd.
Probablemente no hay una grandísima preocupación por hacer un argumento
sin fallos con el siempre delicado y complejo tema de los viajes en el
tiempo, pero en realidad el objetivo principal es entretener y hacer
reír. Y Regreso al futuro lo consigue con creces.
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