miércoles, 20 de octubre de 2010

Estamos destinados

Creer o no en el destino es una cuestión que ha asaltado en más de una ocasión a mi mente. Es cierto que mucha gente ve o, más bien, entiende el destino en un sentido “espiritual”. O sea, lo ven como algo, en cierto modo, místico: por ejemplo, que dos personas estén destinadas a estar juntas porque están hechas la una para la otra. Lo que quiero exponer aquí es que tal vez no hay un error al afirmar el qué ("que dos personas estén destinadas a estar juntas"), aunque probablemente sí en el por qué ("porque están hechas la una para la otra").

Para hablar de esto, creo que primeramente conviene hacer una pequeña referencia a los viajes en el tiempo y la posibilidad de realizarlos. En cuanto a los viajes al futuro, no solo está demostrado que son posibles, sino que incluso se dan casos continuamente, como el de los electrones, que según tengo entendido, se desplazan tan rápidamente que se mueven hacia adelante en la cuarta dimensión. Esto se basa en la teoría de la relatividad de Einstein, y en realidad para que el ser humano pueda viajar hacia el futuro lo “único” que tendría que conseguir es ser capaz de alcanzar velocidades altísimas (superiores a la velocidad de la luz) y, por supuesto, sobrevivir. De hecho, cuando viajamos, por ejemplo, en coche, técnicamente, estamos avanzando en el tiempo más rápidamente que cuando estamos quietos, pero es tan ínfima la diferencia que es imperceptible. 

El quid de la cuestión viene con los viajes al pasado. Personalmente, después de todo lo que me he informado y debatido al respecto, creo que probablemente se trata de algo imposible de lograr. Entre otras muchas cosas, salen a relucir puntos como el de qué pasaría si viajases al pasado y mataras a tu propio abuelo antes de que este conozca a tu abuela (es la conocida como paradoja del abuelo). Pero este no es más que una de las innumerables incógnitas que se generan suponiendo que se pudiese viajar al pasado, y nos acabaríamos metiendo en materias tales como la de los universos paralelos. Creo que en general es mejor dejar este asunto concreto para una futura entrada, pues aunque me resulta muy interesante igualmente, supondría desviarnos de lo que aquí estamos tratando. 

En cualquier caso, ¿qué nos dice todo esto en cuanto a la existencia de ese destino del que hablábamos? El hecho de que los viajes hacia atrás en el tiempo no sean posibles, conlleva que no podemos cambiar absolutamente nada, y al viajar al futuro (y al no poder retroceder luego) tampoco estás introduciendo ninguna modificación. Si fueras hacia adelante en el tiempo, ni siquiera te encontrarías contigo mismo, puesto que si viajaste al futuro nunca podrías haber vuelto al pasado; solo se puede viajar en una dirección (temporalmente hablando) y solo existe un “yo” en cada momento del tiempo.

Dicho lo cual, la conclusión que saco es que, al no poder cambiar nada, todas nuestras acciones están predeterminadas; de algún modo, yo estaba “destinado” a escribir esta entrada, y tú, a leerla, en este preciso instante. En este sentido, y volviendo al ejemplo del principio, una persona puede estar destinada a estar con otra, pero no porque esas dos personas sean almas gemelas (o motivos similares), sino sencillamente porque estaba “escrito”, tanto como el hecho de que ahora mismo estés leyendo esto; vamos, que al final son todo casualidades, aunque casualidades, de alguna manera, preestablecidas. Así pues, se puede decir que, teóricamente, creo en el destino, aunque sin ese matiz “espiritual” que antes comentaba. Eso sí, no quiero dejar de recalcar que, ante todo, hablo de que creo en la existencia del destino en tanto en cuanto viajar hacia atrás en el tiempo no sea posible.

Relacionado con esto está también la cuestión de que, como el destino se entiende como algo que tiene que pasar sí o sí, ¿entonces está escrito en algún lado? En mi opinión, creo que aquí, al hablar de la palabra “escrito”, no hay que entenderla literalmente, sino de una manera algo más abstracta; no tiene por qué tener la necesidad de existir físicamente… ¿o sí? Sea como fuere, de igual forma es una idea interesante a debatir.

Para terminar, la mejor conclusión que saco de todo esto es la idea positivista de que, por mucho que todo esté destinado a suceder, seguimos siendo los dueños de nuestras decisiones; no es el destino (a pesar de su existencia) el que nos controla, aunque a priori pueda parecer lo contrario. Si me preguntan si creo o no en el destino, mi respuesta va a ser “sí, pero solo del tipo del que haces que ocurra”.

domingo, 3 de octubre de 2010

La dualidad de un cambio

En sus inicios, Smallville se presentaba como una serie destinada a contar la vida de Clark Kent en su adolescencia y su camino hasta convertirse en el superhéroe que todos conocemos. Estamos de acuerdo en que eso en realidad no se ha visto alterado a lo largo de las 10 temporadas, pero sí que no se podrá negar que se ha “estirado el chicle” todo lo que han podido.

Aunque quizás deberían haberla terminado hace tiempo, no se puede negar que la manera en que se las han ingeniado para prolongarla es digna de elogio, y los más fanáticos (entre los que se incluye un servidor) tampoco podrán quejarse demasiado, ya que así han podido seguir disfrutando de esta serie.

En cualquier caso, y sea como sea, tampoco se pueden ignorar los cambios que Smallville ha sufrido para poder seguirle dando un sentido a su continuidad. Y es precisamente esto lo que me ha motivado a escribir esta entrada, pues hace poco me han preguntado si me gustaba más al principio o ahora; y es que, ciertamente, parece tratarse de dos series distintas.

La propuesta inicial del programa, la cual se desarrolló en los 4 primeros años, era (comparación que me gusta mucho hacer) como Expediente X con tintes de una típica serie de adolescentes americana. Es decir, el joven Superman salvando a todos de los infectados por la kriptonita más el “tira y afloja” con Lana y el descubrimiento de algún que otro poder nuevo de vez en cuando. Entretenido, sí, pero es algo que a la larga puede llegar a cansar.

Por eso, a partir de la 5ª temporada, Smallville sufre un más que considerable cambio para intentar, precisamente, no agotar al espectador. Así, los “monstruos del meteorito” comienzan paulatinamente a dejar de salir en cada episodio para que la historia se centre, justamente, en la propia historia. Además, a partir de entonces, la serie se empieza a centrar también un poco más en los personajes en sí. Asimismo, cada vez aparecen más personajes de los cómics que contribuyen mucho al argumento y que ayudan a darle a Smallville un aire distinto.

De todos modos, aún le queda por experimentar una transformación bastante importante también. Se da a partir de la 8ª temporada (por cierto, te recomiendo no seguir leyendo si no has visto la serie después de dicha temporada), ya que, aparte de que Lex deja de salir, comienzan dos cuestiones muy importantes: Clark empieza a trabajar en el Daily Planet y se inicia su relación de verdad con Lois. A estas alturas, Smallville se basa principalmente en estas dos cuestiones, en la aparición de detalles, situaciones y personajes de los cómics (desde villanos a otros superhéroes) y en el tramo final de la transformación de Clark Kent. Si la comparamos con la serie en sus inicios casi podríamos decir que no tiene mucho que ver, y un ejemplo más es el hecho de que la historia ya prácticamente nunca se desarrolla en Smallville, sino en Metrópolis.

En resumen, e intentando responder a la pregunta de si me gustaba más antes o ahora, saco algunas conclusiones: la serie durante los 4 primeros años era un pelín repetitiva, sin duda, pero era muy entretenida y, a mi juicio, no llega a aburrir. Y menos puede llegar a cansar cuando el cambio se produce radicalmente en la 5ª temporada; un cambio que, a mi modo de ver, era necesario (precisamente para no resultar monótona) y probablemente se hizo en un momento adecuado. La transformación de la 8ª (que, por cierto, se debe también al cambio de guionistas que se produce) también la encuentro considerablemente oportuna; es a partir de aquí cuando podríamos incluso decir que, al menos por momentos, parece que estemos viendo Lois & Clark en lugar de Smallville. En definitiva, antes era más reiterativa aunque quizás más regular, ya que desde la temporada 5, a mi juicio, la serie sufre numerosos altibajos, con capítulos impresionantes y memorables pero alguno que otro (muy, pero que muy pocos, eso sí) que incluso se podría decir que no debería ni haberse realizado. La verdad es que me supone un auténtico quebradero de cabeza decidirme entre el antes o el después, aunque debo decir que no le pongo apenas pegas al camino que ha tomado la serie en cada momento. Así pues, creo que lo más justo es decir que antes no era ni mejor ni peor; era diferente.